Fármacos utilizados para la diabetes y el asma están siendo considerados para beneficiar a los pacientes con Parkinson. Los cannabinoides de síntesis han demostrado mejoras en algunas manifestaciones no motoras, aunque con ciertos efectos adversos. Nuevos fármacos se suman al tratamiento de síntomas psiquiátricos que pueden presentarse en la enfermedad de Parkinson.
Desde 1997 y por disposición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada 11 de abril se celebra el Día Mundial de la Enfermedad de Parkinson, en honor al aniversario de James Parkinson, neurólogo británico que en 1817 descubrió lo que en aquel tiempo se conoció como parálisis agitante.
Con el pasar de los años y gracias a la evolución de la ciencia, la enfermedad ha encontrado diversos tratamientos – tanto farmacológicos como no – que permiten a los pacientes mejorar su calidad de vida y así, atravesar de mejor manera sus manifestaciones.
“Hoy en día podemos afirmar, en relación a las terapias para esta enfermedad, que hay varias drogas ya conocidas, que vuelven a posicionarse. Se trata de drogas utilizadas para el tratamiento de otras enfermedades y que hoy podrían tener efectos beneficiosos en pacientes con Parkinson. Hablamos de los beta adrenérgicos, que son fármacos usados en pacientes asmáticos; o bien de drogas que se usan para tratar la diabetes, como el exenatide o el liraglutide. Estos últimos son fármacos que podrían modificar la evolución de la enfermedad y aparecen como bastante prometedores, aunque aún los estudios no se han concluido”, comenta la Dra. Emilia Gatto, médica neuróloga especializada en Parkinson de INEBA.
En paralelo se están llevando adelante ensayos clínicos para estabilizar y mejorar los cambios de presión arterial que pudieran tener los pacientes, los cuales muchas veces hacen que tengan más riesgos de caídas al incorporarse o al estar de pie durante un largo período de tiempo.
A su vez, se ha hecho una revisión sobre el uso de cannabinoides de síntesis, que han demostrado cierto efecto beneficioso en el manejo de algunas manifestaciones no motoras de la enfermedad, como pueden ser ciertos trastornos de ansiedad o del sueño. Sin embargo, otros relevamientos demuestran que, paradójicamente, en general los pacientes prefieren evitar el uso de estos fármacos por sus efectos adversos que pueden incluir cuadros de confusión, desorientación, intolerancia digestiva y en algunos casos, episodios de depresión.
Por otra parte, es importante destacar que se han desarrollado, además, fármacos que actúan sobre la psicosis que puede ocurrir en la enfermedad de Parkinson, sin agravar los síntomas motores. Estos son cuadros que en general aparecen en estadios más avanzados o tardíos de la enfermedad y que van acompañados de alucinaciones o ideas delirantes. Su administración mejoraría esta condición que muchas veces no solo impacta en la calidad de vida del paciente, sino que afecta la calidad y la carga emocional y de esfuerzo de los cuidadores y familiares.
Además de las terapias farmacológicas, es de suma importancia mantener la actividad física, incluso en el contexto actual de pandemia. El ejercicio es beneficioso y se debe continuar con el mismo, ya sea de manera virtual o presencial en la medida de lo posible. Es de suma relevancia para los pacientes y no debe interrumpirse.
Justamente la pandemia contribuyó a agudizar las metodologías y los sistemas de control a distancia de los pacientes para que no pierdan su entrenamiento físico. “Uno de los factores a destacar en estos últimos tiempos – potenciado por el aislamiento – es el uso de la telemedicina para monitorear la condición de los pacientes. Han surgido distintos dispositivos que permiten controlar cómo evoluciona, cómo se mueve o desplaza durante el día, o bien otros para mejorar la marcha. Hay, por ejemplo, calzados con luces emitidas por una señal de láser, que actúan como claves visuales externas para mejorar la marcha o pequeños aparatos que pueden adaptarse a bastones o andadores y que permiten otorgar claves auditivas o visuales que favorecen al paciente para salir de las situaciones de bloqueo o freezing. Estos son muy útiles porque estos bloqueos no solo les generan incapacidad – por no poder despegarse del piso – sino que también generan mucha angustia en la persona”, relata la neuróloga.
De todas maneras, en relación al vínculo entre Parkinson y COVID-19, es importante destacar que al momento no se han detectado cuadros más severos en pacientes con Parkinson respecto del mismo grupo etario en individuos sin la enfermedad. Por otra parte, el empleo de alguno de los fármacos indicado en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, sugiere un riesgo menor de desarrollar formas más severas de COVID-19.
“El panorama terapéutico es alentador. Si bien se continúa avanzando con ciertas terapias de tipo génico para tratar de apuntar a una medicina de precisión, lo que estamos aprendiendo estos años es que posiblemente no haya un solo fármaco para tratar la enfermedad, sino que, como en muchos otros casos, se requiera de una combinación de varios para lograr un beneficio”, concluye la Dra. Gatto.