Diversas estadísticas nos advierten que uno de cada tres jóvenes fuma y el 90% de ellos se inicia entre los 10 y los 15 años. Un reciente boletín de salud de la FDA, dirigido al público consumidor, titulado “Sorprendentes hallazgos sobre el consumo de tabaco entre los chicos y los jóvenes”, sorprende haciéndonos conocer que entre el año 2011 y el 2014 descendió el número de menores fumadores de cigarrillos mientras que, entre los estudiantes de la secundaria, se duplicó el número de fumadores de otros productos novedosos que también contienen tabaco en cantidades sin precedentes.
Cuando hablamos de la FDA nos referimos a la Oficina Federal de Drogas y Alimentos, que es el equivalente a nuestro ANMAT en los EEUU, cuyos expertos, desde su centro de Control y Prevención de Enfermedades, condujeron una encuesta entre alumnos de las escuelas secundaria y superior, enfocando específicamente el consumo de tabaco.
Entre las conclusiones, que ellos califican de dramáticas, publican que en el año 2014 uno de cada cuatro estudiantes de la escuela superior y uno de cada trece de la secundaria consumió tabaco una o más veces los últimos treinta días.
Si bien el número de consumidores de cigarrillos bajó del 2011 al 2014 del 15 al 9%, se duplicó el número de fumadores de sustitutos, cigarrillos electrónicos y los denominados narguiles o hookah, nuevas modas de fumar el tabaco.
Veamos dos palabritas para conceptualizar los cigarrillos electrónicos que ya llevan algunos años como un método que parecía novedoso y prometía ser efectivo para abandonar el hábito pero que, en la balanza riesgo-beneficio, no alcanzó las expectativas, para después referirnos a los narguiles o hookah, un método histórico para fumar, muy atractivo entre los jóvenes, que ha vuelto a ser noticia.
A comienzos del año 2007, apareció una nueva tecnología que llamó la atención de muchos fumadores que, con la apariencia de un pitillo como lo llamaron los españoles consumidores, esconde una batería y una recarga con o sin nicotina, aromatizada con distintos sabores a gusto del consumidor, promocionada como la solución para dejar de fumar sin provocar daño al fumador ni a terceras personas.
Los cigarrillos electrónicos parecen ser de alta tecnología y es fácil dejarse engañar por las exageraciones publicitarias de que son una alternativa segura al tabaco. Lamentablemente no lo son y sólo son otra forma de introducir nicotina en el cuerpo. Exteriormente parecen cigarrillos ordinarios pero, en realidad, son cartuchos llenos de un líquido que contiene nicotina y, por un dispositivo tipo calefactor que funciona a pila, se convierte en el vapor que inhala el consumidor.
Así el fumador deja de ser fumador para convertirse en un vapeador, porque inhala vapor, vapor que contiene nicotina y demás sustancias químicas del tabaco.
Se comenzaron a vender como una alternativa para dejar de fumar y ofrecieron en farmacias, herboristerías y sobre todo en Internet; así fueron cada vez más las personas que apuntaron a la moda del cigarrillo electrónico, a pesar de las múltiples críticas que recibieron de las sociedades científicas y las autoridades sanitarias, críticas que coinciden en la falta de evidencias científicas de su seguridad para tratar la dependencia del tabaco, recalcando la ineficacia como ayuda para abandonar la adicción, la incitación a los menores a consumirlos y una invitación a los adultos a fumar en aquellos lugares donde no está permitido fumar burlando así la legislación vigente que regula fumar en los lugares públicos.
En Argentina, como en otros países, la venta de cigarrillos electrónicos está prohibida y la Asociación Argentina de Tabacología advierte muy claramente que “el uso de cigarrillos electrónicos no desalienta y puede fomentar el uso del cigarrillo convencional entre los adolescentes”. En su composición química se detectaron sustancias cancerígenas y rastros de metales desprendidos del filamento vaporizador que alcanzan lo más profundo del pulmón en cada pitada y potencian el riesgo de enfermedades pulmonares y cardiovasculares.
La otra moda que se está imponiendo es el narguile o cachimba o hookah, también de origen oriental, que los últimos años viene popularizándose en Europa y América, en este caso, más entre los estudiantes del nivel superior.
El narguile tuvo origen hace unos 600 años en países del oriente, usando entonces al coco como el recipiente base pero hoy, según el ambiente, se usan bases de cerámica y otras más lujosas de cristal, oro o plata, que también se ofrecen por internet. Hay quienes lo califican como una adquisición más de la colonización británica en el oriente que comenzó imponiéndose en la nobleza europea, algunos de cuyos miembros lo llamaron “flauta turca”, “pipa turca” o “pipa de agua” y otros, asociándola con los musulmanes, la proscribieron para defender la cultura cristiana en sus reinos.
Básicamente, hoy consiste en una pequeña cacerolita, de cerámica resistente al calor, que sustituye aquellas originales de siglos atrás, en las que se coloca el tabaco cubriéndolo con una lámina de aluminio sobre la cual va el carbón. En la base va un recipiente de vidrio que contiene el agua condensando el humo del tabaco que es aspirado a través de una o más pequeñas mangueritas por los “vapeadores”.
El tabaco del narguile es un tipo especial de tabaco que no tiene nada que ver con el de los cigarrillos; se compone de hojas de tabaco lavadas que luego son mezcladas con miel, melaza de caña u otros aditivos para proveer distintos sabores.
En los países de oriente, es común consumirlo en familia o en grupos de amigos, acompañando el café o el té y sustituyendo a los licores, pero hoy en el occidente se está imponiendo su consumo en bares y cafés de las ciudades y pueblos cercanos a los grandes colegios y las universidades, resultado de un intenso marketing orientado a destacar el olor, el sabor y la suavidad que ofrece el tabaco endulzado, que algunos fumadores distinguen del sabor desagradable de los cigarros y cigarrillos habituales.
Los fumadores con experiencia le suelen añadir otros licores, jugos de frutas, vino, ron, whisky y otros licores para cambiar el sabor del humo.
Pero, cualquiera sea el sabor del humo del tabaco y cualquiera sea el modo de consumirlo, el tabaquismo es peligroso por la nicotina y los demás productos tóxicos que contiene el tabaco, peligroso para las personas de todas las edades y sumamente adictivo para los jóvenes de cualquier edad, independientemente de que provenga de cigarrillos, cigarros, cigarrillos electrónicos o narguilés; y la adolescencia es una etapa particularmente vulnerable porque el cerebro se encuentra en pleno desarrollo.
La potencia adictiva de la nicotina es superior a la de la cocaína, por eso es muy difícil dejar de fumar solo sin ayuda profesional. Las investigaciones han demostrado claramente que la exposición desde jóvenes a la nicotina aumenta las probabilidades de otras adicciones y futuras enfermedades serias que terminarán comprometiendo su pronóstico y calidad de vida. La mejor manera de romper el hábito consiste en no empezar a fumar nunca y aquellos que ya están fumando deben tomar la decisión de dejar de fumar, sin engancharse en las modernas alternativas que no demostraron eficacia para lograrlo.
Respecto a los tratamientos alternativos, el Ministerio de Salud no recomienda, para dejar de fumar, aquellos tratamientos sobre los cuales no existe suficiente evidencia médica que confirme su eficacia (laser, acupuntura, hipnoterapia, ansiolíticos o antidepresivos y otros) y, por otro lado, sí recomienda los tratamientos que han sido validados científicamente como eficaces, combinando técnicas cognitivo-conductuales con apoyo farmacológico, para evitar las frustraciones y fracasos reiterados, prácticamente inevitables, que ocurren sin el entrenamiento previo, a cargo de profesionales entrenados en tabaquismo.
Si bien la mejor estrategia es no empezar a fumar nunca, saber que es posible dejar de fumar y que muchas personas ya lo consiguieron, estimula a tomar esa decisión y demostrar que uno también es capaz de lograrlo. Para ello, es interesante fijarse una fecha para dejar de fumar, desconectar su mente de los cigarrillos afrontando los momentos de ansiedad con ejercicios u otras distracciones, música, películas y también tareas manuales, concentrarse o hacer una lista con los motivos que lo indujeron a dejar de fumar para recurrir a ella en los momentos de crisis, buscar apoyo en familiares y amigos, apoyo presencial o telefónico, y elevar la autoestima elogiándose por el éxito de su decisión y los beneficios por lograrlo.
A partir de la reciente publicación, comentada en esta columna, llegamos a la conclusión que ni el cigarrillo electrónico ni el narguiles, como otros sustitutos de la nicotina por sí solos, alcanzan para dejar de fumar. En el mejor de los casos representan una sola pieza en el rompecabezas que hay que armar para primero dejar el hábito y luego mantenerse sin fumar a través de los años.
Este rompecabezas no es otra cosa que la reestructuración cognitiva llevada a cabo por los profesionales entrenados en tabaquismo, sin la cual la recaída es prácticamente inevitable.
Por Juan Baláz
Médico, docente y periodista