La Dra. Carmen Terrón, neuróloga del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela (España), revela en esta entrevista que una de las claves para prevenir el Alzheimer, incluso cuando se ha atravesado la frontera de los 70 años, es mantenerse físicamente activo. Y da unos datos sorprendentes: estas personas podrían tener un 40% menos de probabilidades de desarrollar la enfermedad y, además, sus redes neuronales se volverían más jóvenes.
¿Es cierto que si un adulto mayor practica una actividad física sus redes neuronales se vuelven más jóvenes?
Debemos pensar en el cerebro como un gran conjunto de circuitos, más que en un grupo de neuronas. Tampoco debemos entenderlo como si estuviera formado por conjuntos de neuronas conformando áreas dedicadas a una tarea. No es así. El cerebro es una maravillosa suma de circuitos, millones de conexiones.
De esa manera podemos comprender que uno de los problemas principales que aparecen en la enfermedad de Alzheimer es la disfunción de esos circuitos, la destrucción de las sinapsis (conexiones entre neuronas).
Uno de los aspectos más investigados es el beneficio que se obtiene del ejercicio físico en las denominadas redes neuronales por defecto (los circuitos neuronales que se muestran activos en situación de reposo).
En un estudio, publicado en 2016, se demostró que el ejercicio moderado mejora la conectividad funcional entre diferentes regiones cerebrales con alteraciones relacionadas con el envejecimiento, asemejándose al comportamiento funcional de estas redes en los adultos jóvenes.
En la revisión científica sobre la relación que hay entre la actividad física y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, publicada por la Sociedad Gerontológica Americana, se asegura que el 75% de los estudios mostró beneficios de la actividad física sobre el riesgo de sufrir esta enfermedad ¿podría comentarnos las conclusiones que se sacaron?
Desde el año 2000 se han realizado cientos de estudios para evaluar el efecto de la actividad física sobre la cognición. A su vez, se han publicado artículos científicos que evalúan los resultados de todos estos estudios de manera global, para obtener las conclusiones globales de todos ellos. Uno de esos artículos se publicó en el año 2016 en la revista Journal of Gerontology.
Ahí se concluía que en el 75% de los estudios valorados se vieron efectos beneficiosos de la actividad física sobre el riesgo de presentar la enfermedad de Alzheimer. Es decir, la mayor parte de los estudios evidenciaban que la actividad física podía prevenir esta enfermedad.
La razón por la que en el 25% de los estudios restantes no se obtuvieran resultados positivos se debe a la dificultad técnica que poseen estos estudios. En comparación con otros realizados con fármacos, por ejemplo, donde existe una dosis fija del medicamento, periodicidad y vía de administración, la actividad física posee una alta variabilidad.
Existen diferentes tipos de actividad física (aeróbica, anaeróbica), mediante deportes muy diversos; la periodicidad y duración del ejercicio también puede variar mucho de unos estudios a otros. Todo ello nos lleva a que sea muy difícil establecer una comparación entre los estudios.
Pero, precisamente por esa diversidad, y por lo difícil que es establecer comparaciones entre las distintas investigaciones, crece el valor del resultado positivo obtenido en la gran parte de los estudios evaluados.
Otra conclusión importante obtenida en esta revisión es que la actividad física, relacionada con la prevención de la enfermedad de Alzheimer, es aquella realizada durante el tiempo libre. Queda, por tanto, excluida la actividad física realizada durante la actividad laboral o los traslados al centro de trabajo, entre otros.
¿Es cierto que un adulto mayor podría reducir el riesgo de sufrir Alzheimer si comienza a hacer ejercicio físico? ¿Cuando nos referimos a un adulto mayor en qué edad estamos pensando?
Los estudios que he comentado anteriormente demuestran que la actividad física puede prevenir el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Uno de los datos más importantes que obtenemos de ellos es que ‘nunca es tarde’. Con ello me refiero a que no existe un límite de edad para iniciar una actividad física regular ni para obtener beneficios de la actividad física a nivel cerebral.
Es llamativa la conclusión de otra de las más exhaustivas y exigentes revisiones realizadas a este respecto. Fue publicada en EEUU, en una de sus clínicas más famosas, la Clínica Mayo. En esta revisión, concluían que las personas entre 70 y 80 años, que se habían mantenido físicamente activas en los últimos 5 años, podrían tener un 40% menos de probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer frente a los que no realizaban actividad física de manera regular. He de señalar que también existen estudios con resultados positivos en mayores de 80 años.
¿Hay alguna recomendación de alguna organización científica relacionada con el ejercicio físico que le gustaría destacar?
Dada la heterogeneidad propia de la actividad física es complicado establecer una actividad, duración y periodicidad adecuadas para cada edad y condición física previa para prevenir el deterioro cognitivo.
Parece que el mayor beneficio lo proporcionaría la actividad física aeróbica, que es el tipo de actividad más ampliamente estudiada.
La prestigiosa American Heart Association junto con el American College of Sports Medicine elaboraron, en 2007, unas recomendaciones de actividad física para adultos entre 18 y 65 años. Como concepto base de estas indicaciones estaría la realización de una actividad de moderada intensidad (caminar a buen ritmo, por ejemplo) durante 30 minutos 5 veces a la semana (en total, 150 minutos a la semana).
Además, cada día recomiendan la realización de una actividad de intensidad ligera (estar de pie, caminar…). Si queremos mejorar aún más nuestro estado físico y reducir el riesgo de enfermedades crónicas, el beneficio será mayor si se excede el mínimo de actividad física recomendada, dada la relación dosis-respuesta entre salud y ejercicio físico. Este protocolo es muy similar al establecido por la Organización Mundial de la Salud.
Este tipo de recomendaciones nos ayudan enormemente a unificar en el futuro los criterios que deberían seguir los ensayos clínicos para obtener datos con mayor exactitud y homogeneidad.
¿Cree que la práctica del ejercicio físico despertaría más interés si se realizara al mismo tiempo que una actividad cognitiva? ¿Conoce algún ejemplo en ese sentido?
Como he señalado anteriormente, se han realizado numerosos estudios con diseños muy diferentes. Algunos de ellos evaluaban el beneficio de la actividad física sobre la función cognitiva. En cambio, en otros se planteaba la posibilidad de si es más beneficiosa la realización de una actividad física y cognitiva simultáneamente.
Los datos obtenidos en estos últimos estudios son positivos. Por ejemplo, una parte de los participantes del estudio realizaba solamente una actividad física, otros solamente estimulación cognitiva y otros ambas terapias a la vez. El beneficio era mayor en el grupo de individuos que realizaban las dos actividades simultáneamente.
Un ejemplo de este tipo de actividades es el llamado ‘exergaming’. Se trata de videojuegos en los que se combina de modo interactivo la actividad física y el entrenamiento cognitivo. Por la información que tenemos hasta el momento, las terapias no farmacológicas que usan nuevas tecnologías en este aspecto son realmente prometedoras.