El desarrollo saludable de la vida afectivo-sexual nos permite vivir más placenteramente. No lo viven así lamentablemente aquellas personas con alguna diversidad funcional o discapacidad.
Ellos sienten y desean exactamente las mismas cosas que los demás. Sin embargo, la mirada social y el exceso cuidado en estas personas han hecho que los afectos y su sexualidad sean un área olvidada.
Existen mitos que alimentan creencias tales como decir que son un ángel o eternos niños. Resulta común escuchar a padres aseverar: “No, a mi hija esas cosas no le pasan”.
Hay mucho énfasis en que la persona con discapacidad se integre a la vida escolar o que aprenda algún oficio que le permita ser más independiente y autovalerse. Pero nadie prepara a estas personas para tener un novio, una pareja y concretar los deseos que todo ser humano tiene.
Por eso, debemos ayudar a nuestros hijos a poder expresar lo que sienten y alentarlos a que se relacionen con pares. Porque el cuerpo siente y pide afecto, así como también contacto, caricias y miradas que están relacionadas con nuestras necesidades afectivas sexuales.
Al hablar de sexualidad es común asociar el término a genitalidad y procreación, aunque es algo mucho más amplio que enriquece al ser humano.
La familia de la persona con discapacidad tienen la obligación de informarse, preguntar y esclarecer sus dudas. Por su parte, los profesionales tenemos que estar informados como para dar una respuesta asertiva y tranquilizadora a estas inquietudes.
No hay nada que genere más temor sobre algo, que el propio desconocimiento.
La angustia se disipa cuando los padres pueden comprender que sus hijos son como los demás, aún en lo afectivo sexual.
Para eso, hay que acompañarlos a que puedan ellos mismos acompañar a sus hijos, me refiero a acompañar y no a incitar o empujar a vivir situaciones para las cuales muchas veces no están preparados.
Los mismos jóvenes con sus preguntas, planteos, permisos y deseos dan señales de lo que están sintiendo.
Tenemos que poder abordar con naturalidad estos temas, dado que ellos en muchos casos necesitarán una o mas explicaciones, pero podrán comprenderlo.
Comúnmente las personas con un déficit intelectual plantean que están de novias, que se van a casar y que tendrán hijos. Tales comentarios sobresaltan a los padres, sin embrago, sus hijos sólo están verbalizando lo que otros de su edad sienten.
Algunos podrán concretarlo, tendrán noviazgos eternos o, por el contrario, siempre habrá un nuevo novio/a en sus vidas.
Son situaciones que hacen feliz a la persona, ya que se siente como los demás, nota que repite conductas que observa en sus hermanos. Pero fundamentalmente ve que puede establecer un vínculo muy especial con la persona que ha elegido.
Dentro de la educación que se debe brindar, está el tema de la intimidad, lo que pertenece al ámbito público y lo que es del terreno privado.
Esto es muy importante para ellos, pues muchas veces no conocen cuál es el límite entre ambos y pueden tener conductas no convenientes ante la mirada de otros.
Su privacidad se tiene que respetar tanto como ellos deben hacerlo con la nuestra. Son conceptos claves para una buena y saludable convivencia y adaptación.
Sepamos respetar los momentos íntimos, por algo se denominan así, no tenemos derecho a estar constantemente mirando qué hace y cómo lo hace. Dejemos que exploren su cuerpo, que lo conozcan, pues esto permitirá que lo cuiden y lo respeten.
Veamos a nuestro hijo con alguna discapacidad igual que vemos a nuestro demás hijos, porque tarde o temprano vivirán las mismas cosas. No censuremos pequeñas satisfacciones que, junto a otras situaciones, hacen que su vida tenga sentido de ser vivida.
Ayudemos a crecer y a que puedan extender del ámbito familiar sus afectos, se trata de un signo de evolución, socialización e integración.
Lic. María Elena Villa Abrille
Psicóloga. Sexóloga Clínica
Especialista en sexualidad y diversidad funcional
Miembro de la CD de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH)
Contacto: villaabrille@gmail.com