Las prohibiciones y las obligaciones no son buenas aliadas a la hora de buscar que una persona modifique ciertos hábitos por otros más saludables, según explicó el profesor John P. Foreyt, director del Centro de Investigación en Medicina del Comportamiento del Baylor College of Medicine (EE.UU.). Durante su disertación en el XIX Congreso Argentino de Nutrición, que se desarrolla en Mar del Plata hasta el 9 de noviembre, el experto señaló que “para cambiar una conducta, lo primero que hay que hacer es que la persona tome conciencia de ella y luego que identifique cuáles son las principales barreras que le impiden modificarla”.
Para Foreyt no hay comportamientos más complejos que otros a la hora de encarar un cambio; no es que seguir una dieta equilibrada sea más fácil que dejar de fumar o romper con el sedentarismo. “Cuánto más tiempo se haya tenido un mal hábito, más difícil será de modificar. Si alguien ha sido obeso toda su vida o fuma desde la adolescencia tendrá más dificultades para cambiar que una persona que ha desarrollado un hábito poco saludable durante un período corto de tiempo”, aseguró.
Además de aclarar que “cambiar hábitos es difícil para todos”, el experto mencionó cuáles son en la actualidad los principales obstáculos para que la gente logre dar el salto: fijarse objetivos poco realistas (intentar cambiar mucho muy rápidamente); falta de motivación (buscar excusas como “empiezo la dieta la semana que viene”); no tener un buen sistema de apoyo (miembros de la familia o amigos que no colaboran para el cambio); el estrés (el principal motivo que lleva a recaer en viejos hábitos), la ansiedad, la depresión y el aburrimiento; la falta de conocimiento sobre cómo implementar el cambio de hábitos y hacer frente a las barreras que los frenan; la percepción de falta de tiempo; y la creencia de que una persona no puede cambiar sus conductas. “Estas barreras son universales y no hay diferencias entre los países. Son las mismas en todo el mundo”, reflexionó.
“Es difícil cambiar hábitos poco saludables por otros ‘mejores’ porque los hábitos tardan en morir. Una vez que se formaron, cuesta romper con ellos debido a barreras fisiológicas, psicológicas y del ambiente”, dijo Foreyt, quien agregó que aunque la mayoría de las personas pueden cambiar por períodos cortos de tiempo, “a menos que trabajen en ello todos los días, los hábitos viejos inevitablemente reaparecerán cuando las motivaciones se desvanezcan”.
En ese sentido, el especialista insistió en que “lograr un cambio permanente es un proceso, no un resultado. Para poder cambiar nuestros hábitos debemos centrarnos en ellos todos los días (a esto se llama sensibilización), y ser conscientes de las barreras para el cambio que acechan en nuestro entorno. Yo digo que la ‘vigilancia eterna’ es la clave para el cambio a largo plazo. Es duro, pero se puede hacer si la persona está dispuesta a trabajar todos los días”.
A la hora de pensar en formas de conseguir modificar conductas, Foreyt coincide con la visión de otros expertos en el tema que plantean que la transformación hacia un adecuado consumo de alimentos y un estilo de vida saludable puede lograrse a través de la seducción y el uso de mensajes positivos y repetidos, más que a través de prohibiciones o restricciones de ciertos alimentos. Más que retarla, lo importante es que sea la propia persona la que se convenza de la necesidad de cambiar.
“La motivación es idiosincrática, esto es que es diferente para cada uno. Lo que es motivador para mí puede ser completamente distinto de lo que motiva a otro. Es importante que cada uno detecte sus motivadores personales”, recomendó. “Como el estrés y la ansiedad son algunos de los principales motivos de recaída, en cuanto a dejar de llevar un estilo de vida saludable, la actividad física o 15 minutos diarios de meditación o relajación pueden ayudar a reducir o aliviar los efectos negativos de esos estados”, concluyó.