Un biosensor fácil de usar, portátil, accesible para la población y mucho más económico que equipos en el mercado permite detectar contaminantes en agua, informó la prestigiosa revista Nature Biotechnology.
«El sensor viene a satisfacer la necesidad de las personas que enfrentan inseguridad hídrica (riesgo de contaminación de las aguas de consumo), de modo que puedan encontrar respuestas locales y accedan a la información de forma más directa», expresó la doctora en química Daiana Capdevila, quien participó del proyecto durante una estadía postdoctoral en la Universidad de Indiana, en Estados Unidos, y ahora se desempeña como jefa del Laboratorio Fisicoquímica de Enfermedades Infecciosas en la Fundación Instituto Leloir (FIL).
El desempeño del producto fue tan eficaz que ahora comenzarán las etapas para que salga al mercado.
El proyecto fue liderado por Julius Lucks, Kirsten Jung y Khalid Alam, de la Universidad Northwestern, en Illinois, Estados Unidos. Y la ‘magia’ del biosensor es que copia el funcionamiento de las bacterias que detectan todo tipo de sustancias extrañas para defenderse.
Tal como describe la revista Nature Biotechnology, los investigadores incorporaron esos sensores celulares en dispositivos que detectaron y midieron con mucha especificidad más de 15 contaminantes distintos: metales como cobre, plomo, zinc, cadmio; varios tipos de antibióticos; y hasta elementos presentes en maquillaje.
El biosensor se llama ROSALIND en honor a la cristalógrafa Rosalind Franklin, una figura clave en el descubrimiento de la estructura en doble hélice del ADN. Falleció antes de que James Watson y Francis Crick recibieran el Nobel y su aporte no fue reconocido. Habría cumplido 100 años a finales de este mes (25 de julio).
«Lo mágico del dispositivo es que reproduce fuera de la célula lo mismo que sucedería dentro de ella: una fábrica que, en lugar de hacer proteínas, fabrica exclusivamente unas moléculas que dan un color verde observable a simple vista cuando entran en contacto con los contaminantes», indicó la Dra. Capdevila, también investigadora del CONICET.
ROSALIND está dotado de una lámpara Led en una pequeña cajita negra (más chica que una mano) capaz de contener un tubo con moléculas de ADN donde tiene lugar la reacción. Ya se empleó en California, Estados Unidos, para contribuir a decidir qué casas podían ser habitadas luego de un incendio que había contaminado las napas. Aunque «cuesta menos de 100 pesos argentinos», dijo la Dra. Capdevila, tuvo un desempeño comparable al de equipos de varios cientos de miles de dólares que requieren personal capacitado.
La falta de acceso al agua potable es un problema global (se calcula que casi 8 de cada 10 habitantes en el mundo está en riesgo de inseguridad hídrica), y los métodos para detectar contaminantes de manera confiable son una necesidad para poder monitorear ese recurso clave.
«Estoy convencida de que en Argentina hay muchos lugares donde sería útil contar con maneras más económicas y directas de medir contaminantes en agua», subrayó la Dra. Capdevila, quien añadió que está trabajando en un proyecto para adaptar el biosensor a la determinación de arsénico, un contaminante natural muy abundante en las napas de nuestro país.