Especialistas remarcaron la necesidad de emprender un trabajo conjunto entre el Estado y las empresas alimentarias, para combatir el sobrepeso y la obesidad mediante la producción de alimentos seguros y de composición nutricional óptima que permitan estructurar una dieta saludable.
Sin dudas, las personas cada vez se informan más sobre aquello que consumen, sobre todo si se trata de alimentos. Calorías, origen, componentes, todas las características de un producto son tomadas en cuenta al momento de elegir un determinado alimento, aunque no siempre las decisiones que se toman están sustentadas en datos correctos.
Por este motivo, profesionales reunidos recientemente en el Congreso CyTAL-ALACCTA 2019, el evento latinoamericano más importante sobre ciencia y tecnología de los alimentos, hicieron hincapié en la necesidad de que la información que circula en redes sociales y otros medios tenga sustento en la evidencia científica, para poder erradicar mitos y creencias equivocadas.
A ese respecto, Brian Cavagnari, doctor en Ciencias Biológicas y médico pediatra, puso el acento en lo problemático que resulta para los consumidores elegir los alimentos adecuados y seguros tomando en cuenta la información que se divulga en las redes sociales. Entre otros varios ejemplos comentó que, si por un lado se advierte a la gente sobre no consumir frutas y verduras expuestas al uso de agroquímicos y por otro lado se informa sobre el peligro de contraer infecciones por el consumo de frutas y verduras orgánicas, el consumidor no sabe qué hacer, se confunde y probablemente restrinja el consumo de este grupo de alimentos tan importante para una dieta saludable.
Con respecto a la divulgación de conclusiones de trabajos científicos aislados, sostuvo que “una publicación científica por sí sola no es evidencia de nada, aunque pueda ser noticiable. La evidencia se obtiene luego de revisar todo lo que se investigó sobre el tema, pero además surge de hacer una estadificación, lo que significa que no interesa tanto la cantidad de artículos sino la calidad de los mismos”.
En este sentido, indicó que al momento de transmitir una información proveniente de un trabajo científico existen errores frecuentes, como extrapolar beneficios en humanos de investigaciones realizadas en roedores.
“Otra de las falacias que suelen cometerse en la divulgación es no valorar adecuadamente las dosis utilizadas en algunos estudios científicos. Por ejemplo, existe una ingesta diaria admisible (IDA) de aditivos alimentarios (que representa la cantidad de un aditivo alimentario -en miligramos por kilo de peso corporal por día- que se puede consumir diariamente sin apreciarse ningún efecto adverso) y algunos estudios sobre aditivos cuya IDA es de 5 miligramos por kilo por día, fueron realizados suministrándole a animales 300 miligramos por kilo/día, es decir, 60 veces más de lo que se podría ingerir normalmente”, agregó el Dr. Cavagnari, quien también es integrante de la Subcomisión Científica de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN).
“Otro error común a la hora de interpretar un estudio es atribuir una relación causal cuando probablemente estemos ante una causalidad inversa”. Un ejemplo de esto es la interpretación de estudios observacionales sobre edulcorantes no calóricos. Si bien es verdad que existe una asociación positiva entre el uso de estos aditivos y el aumento del sobrepeso y la obesidad, esto no configura una relación causal: reemplazar azúcares por edulcorantes no calóricos no lleva a tener mayor sobrepeso, sino que aquellas personas con mayor sobrepeso u obesidad, tienden a consumir más edulcorantes no calóricos. En contraposición, los únicos estudios científicos que pueden demostrar una relación causal son los ensayos clínicos aleatorizados controlados”, graficó.
Otro de los tópicos abordados durante el encuentro fue el de las creencias de gran parte de la población sobre la inocuidad de consumir alimentos vencidos. “La fecha de vencimiento es uno de los datos presenten en el envase y muchas personas creen que ‘no pasa nada’ si se consume un producto ya vencido”, manifestó María Claudia Degrossi, doctora en Química y consultora en Seguridad e Higiene de Alimentos.
Destacó, por lo tanto, que “debe respetarse la fecha de vencimiento para proteger la salud de los consumidores y sobre todo de la población de riesgo: niños pequeños, embarazadas, adultos mayores y personas con enfermedades de base”.
En este mismo sentido, María Vitullo, licenciada en Nutrición y miembro de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (AADYND), hizo hincapié en la necesidad de “transmitir el mensaje correcto a la gente para que influya positivamente sobre su salud, porque si no, cuando las personas buscan información en redes sociales o con influencers, lo que suelen encontrar es pseudociencia”.
Esta necesidad de acceder a información de calidad fue retomada por Susana Socolovsky, doctora en Ciencias Químicas, presidenta del Congreso CyTAL-ALACCTA 2019, quien señaló: “los científicos hemos estado distantes del consumidor, muy ocupados en los laboratorios y no supimos llegar a la gente; hemos dejado un vacío y -por inacción- permitimos que hablen los que no saben. La divulgación de noticias sobre alimentos debe estar en manos de los científicos en alimentos, que nos hemos formado en el conocimiento de la composición de los alimentos”.
En ese sentido, uno de los ejemplos mencionados por la Dra. Socolovsky, quien también es presidenta de la Asociación Argentina de Tecnólogos Alimentarios (AATA) es el de los alimentos mal llamados “ultra-procesados”, una denominación errónea, ajena a la clasificación de alimentos procesados de entidades nacionales e internacionales reconocidas, que genera una gran controversia y suma confusión en el consumidor.
“Se ha generado una discusión incorrecta sobre una categorización que no ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS); ser alto en grasas, en azúcares o en sodio –tal las características que se les asignan a los mal llamados alimentos “ultra-procesados”- no es patrimonio de un producto de la industria alimentaria: un alimento con esas características puede provenir de un restaurante, un delivery, o de nuestra propia cocina cuando cocinamos una milanesa con papas fritas o una torta como hacían nuestras abuelas”, afirmó.
“En algunos países incluso están surgiendo normativas que mencionan estos alimentos. Es imprescindible que las normas tengan sustento científico y se armonicen con las normas internacionales. Desde la ciencia, queremos integrar a todos los sectores, los industriales, la academia y las agencias regulatorias para informar correctamente al consumidor”, insistió la Dra. Socolovsky.
El Dr. Adrián Saporiti, médico pediatra y empresario, subrayó que actualmente hay una fortísima tendencia mundial a buscar alimentos naturales en detrimento de aquellos procesados o que utilizan aditivos.
“Las personas están migrando a una preferencia por lo “natural”, el problema es que es más difícil que este tipo de alimentos sea estable en el tiempo. El uso de aditivos alimentarios en la industria moderna es primordial, llegando a tal extremo que sería prácticamente imposible obtener una producción óptima, con las garantías de inocuidad y los estándares de calidad que actualmente se requieren para ser competitivos en el mercado sin estos aditivos. Es importante que la población sepa que siempre que se mantengan dentro de la ingesta diaria admitida por las autoridades regulatorias, los aditivos alimentarios son perfectamente seguros”, explicó el Dr. Saporiti.
Con respecto a la epidemia de sobrepeso y obesidad, el especialista consignó que “el Estado no debe ponerse en contra de las empresas, sino crear juntos un cuerpo de conocimiento. Hay que generar una convergencia entre lo natural y los productos envasados, manteniendo alimentos a precios razonables para que la gente no esté mal nutrida, pero además hay que trabajar juntos, médicos, científicos, tecnólogos e industria, para hacer alimentos más saludables”.