La enuresis es más común de lo que se cree: en un aula de 30 niños, aproximadamente 4 padecen esta condición que tiene un alto impacto psicológico negativo sobre los chicos. Es más frecuente en los varones que en las mujeres, incluso hay adolescentes que lo sufren. En la semana de la enuresis, especialistas en el tema comparten cómo tratarla y a qué médico se debe acudir.
Mojar la cama es una experiencia común en la infancia. Si bien la mayoría de los niños superan la enuresis a medida que crecen, entre el 15% y el 20% de los niños mayores de 5 años la padecen. Esto se traduce en millones de niños alrededor del mundo que experimentan incontinencia urinaria nocturna, lo que puede tener un impacto significativo en su autoestima y bienestar emocional. Para concientizar sobre esta problemática, todos los años se conmemora la semana de la enuresis, con el objetivo de orientar y apoyar a padres, cuidadores y niños que atraviesan esta situación.
La enuresis se clasifica en primaria y secundaria. La enuresis primaria se refiere a niños que nunca han tenido un período seco de seis meses consecutivos, mientras que la enuresis secundaria afecta a aquellos que han experimentado al menos seis meses sin incontinencia antes de volver a mojar la cama.
“Las causas de la enuresis son multifactoriales e incluyen poliuria nocturna, trastornos funcionales de la vejiga, alteraciones en los patrones de sueño y factores emocionales y hereditarios. Aunque la mayoría de los niños superan la enuresis espontáneamente, con una resolución anual del 15% a partir de los 6 años, una proporción significativa continúa presentando síntomas en la adolescencia y, en casos menos frecuentes, en la adultez. En este contexto, la enuresis no tratada puede tener un impacto psicológico considerable, incluyendo estrés, baja autoestima, y problemas de socialización, lo que subraya la importancia de un manejo proactivo.” expresó la Dra. Edurne Ormaechea, Uróloga Pediátrica. Servicio de Cirugía Pediátrica Hospital Italiano de Buenos Aires Argentina. MN 97666
En este sentido, se ha demostrado que las conductas generales iniciales, son más efectivas que las conductas no activas. Si bien, probablemente no resolverán la Enuresis de manera aislada, sí ayudarán a que mejoren las condiciones generales y la efectividad en las terapias específicas. A continuación se comparten algunas medidas de abordaje inicial.
Restricción de líquidos: reducir la ingesta de líquidos previo a la hora de dormir.
Rutina de baño: asegurar que el niño orine antes de acostarse.
Protección de colchones: usar cubiertas impermeables para proteger la cama.
Reforzamiento positivo: alentar al niño con recompensas por noches secas.
Registro de micciones: mantener un calendario miccional para monitorear patrones de orina.
Consultar a un especialista es crucial para un diagnóstico y tratamiento adecuados. Los primeros puntos de contacto pueden ser pediatras, nefrólogos o urólogos pediátricos, quienes deben realizar una evaluación inicial que incluya un historial médico detallado y, en algunos casos, referir una revisión psicológica. Por otro lado, es esencial que los padres preparen información sobre los hábitos urinarios y cualquier síntoma adicional antes de la consulta. Contar con una cartilla miccional de frecuencia/volumen es recomendable ya que provee datos objetivos sobre la micción, información pronóstica y detecta aquellos niños que requieren evaluación más exhaustiva.
“Actualmente, existen varios tratamientos médicos eficaces para la enuresis. La opción farmacológica es una primera línea de tratamiento, con un medicamento que reduce la producción de orina durante la noche. También se puede tratar con otro que ayuda a aumentar la capacidad de la vejiga y reducir las contracciones involuntarias. Además, las alarmas de enuresis son dispositivos que entrenan al niño a despertar al comenzar a mojarse y a inhibir su micción.” agregó la especialista.
La enuresis es una condición que puede afectar la salud mental de los más chicos. Aproximadamente el 20-30% de los niños con enuresis presentan trastornos de conducta, lo que justifica la necesidad de un equipo de salud multidisciplinario que incluya la atención por parte de psicólogos o psiquiatras infantiles. Esto, no sólo facilita un manejo más completo de la condición, sino que también mejora significativamente la calidad de vida del niño y su familia.