Priscila sufrió un accidente gravísimo en 2017 que le produjo politraumatismo con paraplejia por luxofractura de columna. Lo más probable era que no volviera a caminar. Pero una cirugía mayor en el Hospital Garrahan permitió estabilizar su columna vertebral y 23 cirugías más reconstruyeron su pierna. Hoy, dos años después, su recuperación es tal que en poco tiempo podrá movilizarse sin punto de apoyo.
La primera vez que Priscila ingresó al Hospital Garrahan su cuadro era gravísimo. Tenía 13 años y había sido rescatada de debajo de las ruedas traseras del micro en el que viajaba junto a su grupo de danza y que volcó en Mendoza. Su diagnóstico fue: politraumatismo con paraplejia por luxofractura de columna, es decir ninguna posibilidad de volver a caminar. Sin embargo, la institución pediátrica, junto a los cirujanos de mayor experiencia, la esperaba para hacer frente a una de las cirugías más difíciles y así torcer el destino de la historia.
El 28 de junio de 2017, exactamente a las 2:30 de la madrugada, comenzó la cirugía.
En la sala de espera Magalí del Castillo y Carlos Alaniz agradecían que su hija estuviera viva. Apenas un día antes había sucedido la llamada ‘Tragedia de Mendoza’, cuando un micro de dos pisos que transportaba a una academia de baile perdió el control, chocó contra la montaña y volcó. Murieron 15 personas. Otras quedaron gravemente heridas. Priscila atravesó la ventanilla y terminó boca arriba sobre el asfalto, con las piernas aplastadas por el colectivo.
Doce horas después del inicio de la cirugía y a 48 horas de ocurrido el accidente, el cirujano Mariano Noel se presentó ante los padres y dijo lo que nadie imaginaba: que existía una pequeña posibilidad de recuperación, de esperanza de volver a caminar.
Hoy, cuando ya pasaron más de dos años de esa noche, Priscila llega a su control mensual en el Garrahan. Lleva puestas unas valvas ortopédicas en sus piernas, un dispositivo que le sirve de punto de apoyo y la fortalece para movilizarse por sí misma. Y sueña con una vida en donde pueda volver a bailar.
La primera cirugía
La cirugía que devolvió la esperanza a Priscila fue posible por varios factores. Por empezar, el urgente traslado de la niña en helicóptero al Hospital Garrahan, donde fue recibida por los mejores especialistas para su caso. Se logró coordinar de inmediato un equipo multidisciplinario de cirugía vertebral, neurocirugía y ortopedia que esperó la llegada de la paciente en el helipuerto del Garrahan. En Argentina no existe otro centro pediátrico público que cuente con servicios de guardia especializados como el Garrahan.
Los cirujanos pediátricos Mariano Noel -jefe del Servicio de Patología Espinal- y Javier González Ramos -jefe de clínica del Servicio de Neurocirugía- fueron quienes estuvieron a cargo de la intervención que comenzó a las 2 y media de la madrugada y terminó pasado el mediodía. Y coinciden en que el segundo factor -tan fundamental como el primero- fue contar con la estructura hospitalaria necesaria para obtener en tiempo récord «un implante vertebral de alto costo adecuado a la necesidad».
Sin los cirujanos pertinentes y sin el implante que permitió estabilizar su columna, Priscila no podría haber soñado con volver a caminar.
La recuperación
«Pasé mucho tiempo en el Hospital y todos, camilleros, enfermeras, médicos fueron muy buenos conmigo. Me ayudaron a recuperarme y lo siguen haciendo. Incluso le pasaron los teléfonos personales a mi mamá para que pudiera consultarlos por cualquier cosa», cuenta hoy Priscila sobre los larguísimos meses que pasó en el Hospital y en los que atravesó por lo menos 20 cirugías más para poder reconstruir su pierna derecha, un hecho que hoy también es fundamental para que pueda caminar.
Su médico del Servicio de Ortopedia y Traumatología, Andrés Roncoroni, recuerda que «en primera instancia fue intervenida por la columna, que era lo más importante en ese momento de urgencia, y luego realizamos toda la limpieza de la herida en la pierna». En el primer centro donde la trataron durante las primeras horas en Mendoza habían recomendado la amputación. Pero en el Garrahan, y luego alrededor de 20 cirugías, se logró mejorar sus heridas.
Todo esto incluyó muchas limpiezas (toilettes quirúrgicas) de las heridas y cobertura con colgajos musculares e injertos de piel, además de la eliminación de infección y reconstrucción del hueso. Demasiado para una nena. Pero la disciplina que Priscila había aprendido bailando la ayudó para recuperarse y salir adelante.
La actualidad
Priscila hoy vive como la adolescente que es: va al colegio, se toma selfies, juega con su hermanito. A dos años de la intervención quirúrgica principal, tiene una columna totalmente estable y una recuperación neurológica no esperada que le permite controlar perfectamente sus esfínteres y caminar en forma independiente con muy poca asistencia «y probablemente en poco tiempo sin ella», aclaró el cirujano Noel y destacó que «además pudo conservar su pierna».
Roncoroni afirma que «hoy en día, Priscila se encuentra evolucionando favorablemente de todas sus cirugías, día a día continúa recuperando funciones gracias a un programa súper intensivo de rehabilitación controlada en consulta médica constante». Y, además, concluyó: «fue de mucha ayuda la fuerza y ganas de recuperación que tenía, sumada al gran apoyo de sus padres, presentes en todo momento para apoyarla en los momentos más difíciles. Priscila se volvió un caso muy especial para todo el equipo quirúrgico; nos demostró lo importante que es la fuerza de voluntad para la recuperación de una patología de esta envergadura».
«El Garrahan para nosotros fue una salvación. Todos los médicos que conocimos fueron muy especiales y nunca voy a dejar de agradecerles por todo», finaliza emocionada la mamá de Priscila, la nena que volvió a caminar después de la tragedia.